VIERNES: No quisiera ser grande

Llegan momentos en que (OH! Al fin!) nos cae la ficha.
Señoras y señores, tengo veintiún años, soy mayor de edad, voto, puedo manejar (si aprendiera y tuviera plata para comprarme mi propio auto), ya no soy chiquita.
¿Cuáles son esos momentos? A saber:
1. No sabés de que carajos hablan los pendejos de 17 o 18.
2. Les decís pendejos.
3. Te gusta salir a bailar pero no salís tanto como antes.
4. Si salís, a la vuelta te tiras como una bolsa de papas arriba de la cama, no como antes que delirabas una hora antes de dormir pensando en si viste a fulanito o menganito.
5. Al otro día estás hecha un desastre.
6. Fulanito o Menganito están hechos unos pelotudos, ni pensás en ellos. y si pensás en ellos es porque te preguntas como fue que te interesaron.
7. Andas con tu documento en la cartera.
8. Usas cartera.
9. Tus amigas empiezan a tener hijos.
10. Después de los gritos de alegría, preguntas cómo fue el parto, cuánto peso y cómo está la mamá. Averiguas de qué vive “el padre de la criatura”.
11. Te encontrás diciendo cosas que diría tu mamá.
12. Le ponen un poco más de aumento a tus anteojos de “lectura o descanso”.
13. Miras con envidia a las parejitas que pasan de la mano.
14. Sacas la cuenta: después de mi próximo cumpleaños van a faltar ocho años para tener 30. (no puede ser, hace ocho años tenía 14!)
15. Te sorprende lo zarpados que son los pendejos hoy en día.
16. Se despierta un sentido casi maternal que no sabías que tenías.
17. Te cuesta bajar de peso.
18. Un viernes a la noche descubrís que no estás averiguando “que pinta para hacer”, sino que estás deseando dormir en tu camita.
19. Tenés un mínimo pliegue en la frente que sólo vos notas.
20. Te da una nostalgia increíble recordar canciones de los 90’ porque te hacen acordar a cuando vos eras chica, aprendías a hacer globos con el chicle, comenzabas a leer películas con subtitulado o tu mamá te hacía una colita alta y te ponía calzas color fucsia.