jueves, 2 de junio de 2011

Una hora cuarenta y cinco minutos.

Cómoda, entusiasta, de muy buen humor, con la tele prendida, auricular al cuello por las dudas que en la tele no me sorprenda con nada esta tarde.
Apenas pongo en marcha, con el pie derecho, comienza a girar distintas y pequeñas cosas en mi cabeza.
Apago la tele y prendo la música.
…”Quiebro razón justo a tiempo” Así empieza la primer canción.
Me acuerdo de muchas cosas, de muchas personas, de muchos momentos.
Anticipo días y semanas, sorprendo a mi memoria encontrando algo que desde hace mucho buscaba en mi archivo.
Respiro, cada un minuto me paro, porque según un amigo me dijo que si lo hago se trabaja mejor.
Pido que me traigan agua.
“Me alcanza la luz certera”… me dice Abel Pintos en la estrofa, -canto casi en voz alta-.
Repaso mentalmente lo que estudié, lo que tengo que estudiar y toda la montaña de cosas que tengo para hacer.
Llega una canción que me gusta mucho, cierro los ojos, me dejo llevar, mantengo el ritmo.
Nuevamente me paro, comienzo a sudar, me voy sintiendo liviana, pensando que ya falta menos para el fin de semana.
Muevo los brazos, ya han pasado treinta minutos, recién treinta.
Empiezo como en los no tan lejanos viejos tiempos a retrucarme cada pregunta incisiva y tramposa que me hago, trato de zafar de mi, aumento el ritmo queriendo llegar más rápido a algún lugar, aunque no tenga rumbo fijo, casi convencida de tener el tiempo en mis manos y que es esta la oportunidad y no otra.
Me llamo al silencio, pero mi conciencia no obedece y me sigue trayendo planteos viejos, nuevos y posibles.
Recuerdo todo lo que no cumplí y lo que pretendo cumplir y me digo: esta vez si, esta vez sí.
Trato de resolver una inquietud, pero como lo sospechaba no llego a nada.
No es un día de pensamientos productivos, Fly me too the moon… me dejo llevar por la melodía y cuando termina no logro recordar en lo que pensaba antes.
Cuarenta minutos han pasado, tomo agua, me ato el pelo, charlo con el silencio.
Me digo una y otra vez que así no puedo seguir, así no llego a ningún lado, otra vez aumento la velocidad con las ganas aumentadas de escapar.
Se que quiero, no lo quiero ya y no se porque lo quiero y tampoco conozco lo que quisiera si no querría lo que quiero.
Me río, me siento estúpida como de costumbre, puesto que ha pasado una hora y veinte minutos y yo sin una respuesta a mi inicial pregunta.
Respiro hondo, muevo los brazos me animo a cantar fuerte…
Una hora cuarenta y tres minutos, bajo el ritmo, aumento la respiración, siento mis latidos, me siento liviana, pero entiendo que mis problemas siguen, me siento bien, pero todavía siento una pequeña molestia en el ánimo, me pongo contenta puesto que he batido mi marca de una hora solamente, pienso que mañana voy por las dos horas seguidas, pongo a caminar como para no detener la cabeza que sigue como si nada maquinando.
Parece que una hora cuarenta y cinco minutos en bici no son suficientes para reflexionar lo que en años hice mal.
¡Que tengan un lindo fin de semana!
¡Saludos!
¡Jueves!

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