lunes, 27 de junio de 2011

El Ciudadano más famoso

por LUNES (dedicada a mi amigaza VIERNES)

Corría el año 2006 y yo estaba en mi primer año de carrera. De golpe me encontré con una materia que me complicó los días: Semiótica. No entendía nada, ni veía cómo me iban a servir los contenidos para mi futura carrera. El año fue pasando y yo la fui odiando más, hasta que empezó el segundo cuatrimestre. En ese momento empecé a darme cuenta que la Semiótica se podía aplicar, comprendí la diferencia con la Semiología.

Así empezamos a buscar figuras retóricas en los cuentos, comparamos a Los Simpsons con Edgar Allan Poe y con un clásico del cine: El Ciudadano Kane. Esta película de 1941 escrita, dirigida y protagonizada por el magnífico Orson Welles figura dentro de las 1000 Mejores Películas elegidas por el New York Times y figura en lo más alto de cualquier ranking del “séptimo arte”.


Cuando hicimos ese trabajo de Los Simpsons-Ciudadano me grabaron mal la película en la facultad, por lo que la fui viendo de a partes. Entonces verla completa fue una deuda que me tenía. El viernes, después de cuatro días de reposo (Nota: perdón por no escribir el lunes, pero no estaba en mi mejor estado) me puse a pensar qué podía ver en la computadora, ya que no tenía más ganas de estar acostada.

Fue ahí cuando encontré uno de estos rankings y la primera película de ese fue la de Welles. Me acordé de la deuda que me tenía y, ¿por qué no saldarla? Ella empieza a desarrollarse luego de la muerte del magnate de los medios Charles Foster Kane (Orson Welles). Un obituario para un noticiero no deja conforme a los periodistas del canal, especialmente a quien decide reconstruir la vida de Kane a partir de su última palabra: “Rosebud”.

De este modo el periodista Jerry Thompson (William Alland) comienza a entrevistar a distintos personajes que tuvieron relación con el difunto y a hacer una búsqueda para develar el misterio detrás de su última palabra. ¿Qué o quién fue “Rosebud” que hizo que saliera de su boca en el último aliento? “Debió haber sido una mujer”, se dice más de una vez. Lo cierto es que quienes lo han rodeado toda su vida no han oído esa palabra.

Llama la atención cómo hace setenta años, la mente de un hombre –que había sabido aterrorizar al pueblo estadounidense en 1938 con su Guerra de los Mundos en la radio- pudo poner en 2 horas de película tantos nuevos recursos y tan originales. El tiempo va y viene, no sólo que se llena de flashbacks sino que cada uno de ellos está a cargo de una persona distinta y todos ellos forman en el espectador una figura de Charlie Kane desde niño hasta su muerte.

Sin embargo la figura de Kane no puede ser completada, a pesar de los esfuerzos de quienes prestan su testimonio. Sí lo logra las imágenes, que al final revelarán la verdad escondida detrás de “Rosebud”. Pero no sólo eso, lo visual da cuenta de la megalomanía del personaje: todo es grande, enorme, tanto que su valor es incalculable. La película está llena de hipérboles porque las cosas en la vida de Kane lo han sido, sólo basta con mirar su palacio en Florida, “Xanadu”, un hogar bastante frío que a pesar de estar abarrotado de estatuas, animales y riqueza está finalmente vacío.

La riqueza de las imágenes va más allá de lo material, económicamente hablando, sino que está relacionada a su gran importancia cinematográfica. Welles se aleja de un modelo visual predominante para desarrollar planos innovadores y que han abierto un gran abanico de posibilidades al cine posterior. Utiliza de una forma completamente creativa la profundidad del campo y los ángulos.

Los planos distan de ser clásicos: hay escenas en que la cámara enfoca de arriba a los personajes y otras en que se encuentra rozando el piso –incluso se conocen historias de cómo el director se las ingenió para utilizar este recurso.



Mi escena favorita, hacia el final de la película






Hoy después de más de un siglo de historia del cine nos parece haber visto todo. Nuestro ojo está tan acostumbrado a las idas y venidas del tiempo cinematográfico, a los efectos especiales, a la lentitud o la rapidez de un argumento, al plano secuencia o al estático, que no llegamos al fondo de la cuestión. Sin embargo deberíamos hacer un recorrido por lo que Ciudadano Kane fue para este arte. Después del montaje paralelo de El nacimiento de una nación (1915 - David W. Griffith) y del montaje ideológico de El acorazado Potemkin (1925- Sergei Eisenstein) se considera esta obra de Welles como una de las más influyentes del Séptimo Arte.



El acorazado Potemkin

El nacimiento de una nación

1 comentario:

  1. Lunes! amo esta película. Es simplemente genial. eterna!....y un orgullo que me la dediques a la nota! te quiero

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