Desde hace unos meses se inauguró una nueva tradición familiar, que hemos dado en llamar Domingos de Timba. Probablemente esto no sea ninguna novedad en otras familias. ¿Qué hacemos los Domingos de Timba? Obviamente jugamos a diferentes cosas después del típico almuerzo familiar, al que asisten, si pueden, varios integrantes. En ese momento dejan de existir los lazos fuertes, los chistes se apoderan de la mesa, que es cubierto por un mantel rojo (destinado ahora para esta ocasión), alguien acerca un juego de dados, alguien más las cartas, alguien se acerca con mates (dos, uno amargo y el otro dulce), y alguien más con algo para picar. Alguien propone apostar plata, y alguien más se achica. Alguien gana, alguien pierde, alguien se lamenta por un error estúpido, alguien se lo toma a la ligera, y otros parece que se jugaran la vida. En el medio, varias risas y algunos insultos leves. Al final alguien le fue mejor con algún juego que con otro. Porque claro, los juegos son casi siempre los mismos según la familia. En la mía no jugamos nada muy complicado “una que sepamos todos o una fácil de aprender”. Los hombres del grupo generalmente no están: son demasiado buenos, y no siempre es divertido perder. Prefieren mirar algún partido, optar por la pesca o alguna carrera. Eso sí, el día que juegan y no nos ganan es satisfacción en estado puro.
La primera vez que decidimos jugar a algo me resistí un poco, con una escusa tras la cual me escondo muchas veces: yo no sé jugar a nada, nunca entiendo los juegos, no me acuerdo como se jugaba o soy malísima para eso. Todas y cada una de esas frases son ciertas. Pero hay algo más allá de si es verdad o mentira. Hay algo que existe adentro nuestro y es el miedo de aprender algo nuevo, algo desconocido, algo que el resto sí controla, miedo a no poder hacer click, miedo a perder. Simplemente es eso: miedo. Aunque suene tonto e inseguro es así. Una vez escuché que alguien dijo que los tímidos no existen, sino que existen personas que tienen miedo a decir o hacer algo y a equivocarse: los soberbios. Quizás este miedo del que escribo tenga que ver con eso, con un orgullo escondido biieeeen adentro y que no puede ni debe ser herido por nadie.
Después de resistirme un poco jugamos a algo que si sabía jugar, y perdí. ¿Entonces que ganaba yo con quedarme mirando? Y aunque perdí lo disfruté. Incluso aprendí tres juegos nuevos, y los juego relativamente bien, yo la que no sabe jugar a nada.
¿Adivinen qué? He ganado algunas veces y he perdido muchas otras, en el juego y en la vida, y de todas las manos y partidas aprendí algo nuevo. No hay más excusas para no sentarse en la mesa y repartir las cartas o tirar los dados, no hay más trabas que nos impidan jugarnos a todo o nada en la vida, no hay pretextos para no hacer eso que nos gustaría hacer. Si ganamos está buenísimo, nos gustamos un poco más. Y si perdemos, que lástima, pero aprendamos a regocijarnos por el resto y aprendamos de nuestros errores, quizás en la próxima no fallemos…
PD: ¿¿¿hay alguien que nos esté leyendo?????
Me gusto mucho tu post, porque pense y es tan cierto lo que decis... Me da pena reconocer que aveces soy asi, pero bueno, lo que importa que ahora lo rewafirme y me anime a decir: Soy así y voy a tarar de animarme cada vez más. En la parte que escribis sobre errores me doy cuenta que solo he hecho de mi vida errores que no puedo reparar y que no he cumplido con lo que me imaginaba que iba a ser mi vida cuando tenga 21. Gracias por hacerme refleccionar!!!
ResponderEliminarYo empecé a leerlos, asi que sigan escribiendo :)
ResponderEliminarEstá muy bueno y es terriblemente cierto...t espero en las vacas para darle duro a la timba entonces!!!.
ResponderEliminarEl blog está re bueno ;)