Viernes: No es que no tenga corazón, es que hace años no lo uso...

Justo lo que la civilización andaba necesitando, una nueva teoría inservible proporcionada por Viernes. No es mi culpa. Es culpa del recorrido del colectivo que me inspira. Por llamarle de alguna forma a esta catarata de tonterías que se me ocurren cada tanto.



Pero empiezo por el principio, como se debe. Resulta que hace una semana cumplió años una prima mía. Tres años menor casi. Y presentó al novio. Ella, que la va de rebelde, de cero compromiso, presentó al novio a la family. Mi otra prima, tres años mayor siempre ha tenido novio, pero estaba todo bien. Que la más chica presentara el novio me dejó en estado de shock, más aún conociendo su naturaleza despojada. No confundir: no es envidia, ni bronca. Es un estado de reflexión no recomendable. Un bajón durante toda la semana.

Lo medité por días. Lo debatí con materas y no materas. Un día me deprimí y lloré. Al instante me di auto rabia. Me reí de mi misma, de mi mala suerte, de la suerte ajena, de las miles de parejitas felices, de las miles de parejitas que se meten los cuernos, me reí de mi soltería y de esos que tienen en el perfil de Facebook “está en una relación con…”, pero que se sabe que tienen unos cuernos que casi no pasan por la puerta. Me reí, en algunos casos de alegría, y en otros por no llorar.



Pero camino a casa, sentada en el cole, surgió la teoría de la que hablaba al principio.

Funcionamos como máquinas, ¿no?, digo, por ejemplo un auto. Un auto lo tenés que cuidar (vos tenés que cuidarte)Lo tenés que poner a la sombra (el sol también te hace mal). Lo tenés que lustrar, lavar, limpiar (te bañás, perfumás, maquillas, alistas). Le hacés un service, la llevás al mecánico (vas al médico, al dentista, te hacés chequeos) Lo tenés en el garaje y controlás quién se sube (así como no te juntás con cualquiera). Le compras fundas para el asiento ( vos también gastas en trapos, vestidos y zapatos) Lo pintas cuando podés (vas a la peluquería, te ponés extensiones, te maquillás, te pintás las uñas). Le ponés nafta. Le controlás el aceite (comés sano y rico, te tomás un frappucino y sos felíz).

Da igual si tenés una ferrari o un cachivache. Un auto, una licuadora, la planchita, la compu. Es tuyo. Lo cuidás. Lo tenés impecable.



Ahora, ¿qué pasa si lo tenés 20 años metido en el garaje? No le prendés el motor, no encendés la radio, no lo sacás ni para comprar en la panadería de la vuelta. ¿qué va a pasar? Fácil, va a tener todo oxidado, cuando lo necesites, te va a fallar, te va a dejar a pata. Si lo hubieras sacado aunque sea porque sí, andaría. Pero ya fue, no te podes quejar.

Siento, que me volví un poco como ese auto que no sacan a vueltear, que no uso el corazón y que se está malacostumbrando.



¿No estaré negándome a sentir? ¿No estaré oxidada?



Mi miedo mayor, es no poder querer. Sí, quiero a mi familia, a mis amigas, a mi gata. Amo a mi gente. Pero no sé, quizás no sea capaz de amar a alguien en otros sentidos. Quizás por eso no me permito sentir, por eso no me gusta nadie hace tiempo.



Quizás materas, me ponga las pilas e intenté arrancar, que es el primer paso: aceptarlo, dicen.

Y si no funciona, si paso otro cumpleaños sin tener a nadie, si sigo sola, en menos de un año me hago un service, me cambio de look y bajo de peso, a ver si funciona ; )