El viernes pasado mi mejor amigo me ayudó a armar un mueble (en realidad
yo tomaba helado mientras él lo armaba) y sin darse cuenta me ayudó a comenzar
a movilizarme, a desestancarme. Se empieza por algo, yo decidí comenzar por mi
casa, y a deshacerme de algunas cajas. Pasé una tarde hermosa con alguien que
sin darse cuenta me ayuda a hablar las cosas, a sacarme pesos de encima, a
divertirme.
Este viernes, pasada la una de la madrugada estaba con una sonrisa de
oreja a oreja después de ver, escuchar y abrazar a uno de mi artistas
preferidos, y mientras me dormía me acordé cuáles fueron los motivos por los
que me comenzó a gustar: dice en una de sus canciones la palabra “obnubilar”
(una de mis palabras preferidas), me hace respirar aire fresco y puro
directamente desde la Patagonia en varias canciones, me traspasa automáticamente
con su voz y sus letras, y en uno de sus temas hace referencia a mi
cuadro preferido: (El beso, de Gustav Klimt).
Entonces asocié uno de los
primeros temas de conversación con mi amigo, que fue, justamente hablando de
esta pintura, y lo raro que es encontrar alguien que se nos parezca tanto y sea
tan diferente. Hoy, un nuevo viernes me encontró sonriendo feliz en medio de
este caótico año…pasé gran parte del día con Pochoclo, mi primito, a quien no
veía ni mañoseaba hace tiempo, fuimos al cine, volvimos a casa a jugar, se nos sumó mi mejor amigo, y después vino
Jueves, para terminar mi racha de Viernes geniales.
Les dejo un regalito, para que anden tan sonrientes como yo:
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