viernes, 5 de octubre de 2012

Chimes de consorcio


En el humilde consorcio dónde vivo hay diez departamentos. En uno vive una viejita sola, en otro un hombre que no vemos nunca, al lado una familia (el hombre trabaja 15 días y vuelve los fines de semana, la nena tiene pocos berrinches así que no jode, la madre la grita con una voz de pito insoportable), el resto somos seis mujeres solteras, y salvo yo el resto pasa los 30. El chisme va y viene. Una que tiene el novio que la usa y la basurea, otra que sale con el jefe (viejo), la otra que sale con un viejo impresentable y que se encierra en el baño a fumar marihuana, otra es súper religiosa y la otra es la mamá que cuida y pone orden. Y no sé qué dirán de Viernes.

El miércoles vino a visitarlas la que vivía antes en mi depto, y me invitaron a cenar. Mi vecina con alma de mamá no estaba, así que fui. Desde que entre hasta que me levanté para acostarme sentí pena por ese grupo de mujeres desesperadas, que pasando los treinta hablaban de qué boliche estaba bueno, a qué viejo con plata podían levantarse,  creyéndose súper modelos, medio bulímicas, hablando de coger todo el tiempo y sin hilvanar una conversación interesante en las dos horas que tardamos en cenar. Subí a casa rogándole a Dios que no me toque eso, que no llegue a eso, no quiero dar lástima ni estar desesperada. Al otro día me puse a pensar que todas mis amigas están de novias, exceptuando algunas materas y mi amiga del alma más vieja. El resto, TODAS. Y me pone inmensamente feliz que ellas estén tan radiantes. Y ahí está Viernes, viendo la felicidad de algunas, y el patetismo de otras. En el medio, sin saber si reírme con ellas o venirme abajo en un mar de lágrimas como la última vez que salí con Jueves y Mejor Amigo y terminé explotando por cualquier bobada después de algunos tragos.

Menos mal está Mate con Amigas para hacer un stop, para mirarme un rato, para saber cuál es el límite.

VIERNES

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