Lo bueno de tener amigo de toda la vida, es que en cinco minutos volvés a ser una adolescente.
Las últimas semanas estuve teniendo felices retrocesos. Vi a un chico que, cuando éramos nenes, me encantaba. Él era alumno de mi mamá, y más grande, así que ni me registraba. Eso creía yo. Me lo encontré mientras tomaba sol y mi hermana nadaba. Me preguntó si me acordaba de él, y aseguró que habíamos sido compañeros toda la primaria, le dije que me acordaba de él, pero no habíamos ido a la primaria juntos. Creyó que era mentira y que no tenía ni idea de quien era. Pero si, es dos años más grande, el confundido es él. Me gustó saber que en el fondo no había pasado desapercibida. A los días me lo encontré en el boliche, y me saludó como amigos de toda la vida. Que curioso, que la gente te registre cuando a vos ya no te importa.
En el mismo boliche me encontré a mi mejor amiga de jardín de infantes. Somos amigas de Facebook, ella sabe quien soy, yo sé quien es. Nos saludamos para nuestros cumpleaños, prometemos reuniones que jamás concretaremos. Las dos estamos iguales, pero no me saluda. Qué curioso, nivel 2.
Días antes había habido una marcha, a la cual no pude ir, pero la vi por tv. Uno de los que hablaba era Facu, el chico que me había gustado toda mi adolescencia, ahí. Gracias a los dones FBI que me enseñó mi amiga Lunes, averigüé su Facebook. En cuatro días lo encontré, lo agregué y le investigue su muro de comienzo a fin. Él nunca me registró, pero ahora somos amigos vía face. Qué curioso, nivel 3.
Y para cerrar la semana de felices retrocesos, vi a mi mejor amiga más vieja. Ella me conoce desde siempre, sabe mi cronología de amores inconclusos, absolutamente todos, hasta los que jamás dije en voz alta. Sabe de qué lado de la vereda me gusta caminar y me cede el paso. No la veo en todo el año, pero cuando logro verla a solas, en las vacaciones, es como si el tiempo no existiera, como si fuésemos dos nenas otra vez. De eso íbamos hablando, medio kilo de helado de por medio, caminando por la única calle transitada de nuestra ciudad, delirando sobre el pasado, el futuro, lo que somos, y en eso, el Qué curioso, nivel 4. Facu, saliendo de una tienda, y nosotras quedándonos calladas y riéndonos apenas pasó al lado, como cuando teníamos 15 y él no tenía canas.
Al otro día rematamos el rencuentro yendo a yoga y saliendo a andar en patines.
¿Quien dice que los retrocesos son malos? Yo sé dónde estoy, y me alegra volver, ir y venir, y adelantarme a lo que será, acompañada de mis esenciales.
¡Hola!
ResponderEliminarMe encanto la nota, es cierto cuando ves a gente que siempre ha estado con vos desde tiempos inmemorables es así viajes en una máquina del tiempo que construis en base a recuerdos y que en ese momento de reunión te transportan.
Sin duda alguna una de las mejores cosas son los amigos milenarios.
Te extraño Viernes!!