por LUNES
Con bombos y platillos se anunció la muestra Meraviglie dalle Marche, inaugurada el 7
de julio en el Museo Nacional de Arte Decorativo. Quizás esta sea la razón por
la cual la fila para ingresar a la exposición rodea el acceso. A pesar que
faltan pocos días para su finalización, los transeúntes de la Avenida
Libertador se siguen sorprendiendo con
la cantidad de gente que espera para entrar. Tal vez no sea la espera de
más de una hora que los asistentes de las primeras semanas tuvieron que soportar,
pero aún se debe aguardar al menos media hora para adentrarse en este recorrido
por “600 años de pintura italiana”.
Curada por Ángel Navarro, la exposición
propone un itinerario que va del siglo XIV hasta el neoclasicismo del siglo XIX
con obras provenientes de diferentes museos de La Marca. Esta región del centro
de Italia fue cuna, hogar y taller de un importante número de artistas quienes
pueden en Meraviglie.
La entrada a la sala está marcada por el
personal de seguridad de la institución: el recorrido debe empezar en un
determinado punto y terminar en otro. En el momento del ingreso se puede notar
la tenue iluminación, ajustada a “normas internacionales de conservación
preventiva” (como lo explican algunas marcas en la primer sala). A pesar de
esto, la apreciación de algunas obras de gran tamaño se ve afectada debido a la
luz en determinados puntos de la pintura.
Cuando se ingresa también se observa que el
público comienza por orientar el itinerario: la fila del exterior continúa en
las primeras obras de la primera sala, dedicada a los siglos XIV y XV. Tal vez
se deba a que una de las primeras representaciones, protegida tras un cristal, sea
la de la “Virgen con el niño” de Carlo Crivelli. Luego que la multitud se
descontractura, el recorrido también se libera y se ve a los concurrentes pasar
independientemente de un lado a otro de las salas.
Igualmente protegidos tras un cristal se
encuentran “Beato Juan Duns Scoto – Santa Clara – San Luis Tolosa”, del
mencionado Crivelli y el tan anunciado Rafael (“Santa Catalina de Alejandría”),
que ocupa toda una pared diagonal de la sala
dedicada al Siglo XVI.
Con un subtítulo prometedor como “600 años de
pintura italiana” se podría pensar que quien concurra a la exposición se topará
con una numerosa cantidad de imágenes. Si a eso se le suma la abundante
publicidad previa hecha en los diversos medios de comunicación; y el
conocimiento, aunque quizá de unos pocos, que los cuadros pertenecen a la Pinacoteca
Francesco Podesti y, además, a otros museos de la región, cuesta
imaginarse que la muestra esté compuesta por sólo cuarenta y dos obras.
A pesar de eso, no se puede más que apreciar
gratificado esos seis siglos de historia del arte, esos artistas como los antes
mencionados, como Tiziano Veccelio, Federico Barocci, Cristoforo Roncalli,
Andrea Lili, Guercino, Carlo Roncali, Adolfo de Carolis y otros tantos. Aunque
sorprenda la rapidez con la que se puede realizar el recorrido, el Museo
Nacional de Arte Decorativo le da la atmósfera necesaria (posibilitada por su
diseño arquitectónico) a esta muestra de obras que sirvieron como inspiración
tanto al arte mimético como a la ruptura de la vanguardia. En palabras del
Director del Museo: “un sintético pero significativo itinerario de la
iconografía religiosa italiana a lo largo de casi seiscientos años de historia”.
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