Sí, LUNES ha desaparecido. Es una época difícil del año y yo me acordé que estoy cursando una carrera y que me tenía que poner las pilas. Les dejo mi crítica sobre Macbeth
La actualidad de un Shakespeare
Proscenio y butacas se llenan de humo para
recibir a las Brujas, cuya predicción guiará toda la obra hasta su desenlace. De
negro, con ropa que incluye mini-faldas, medias de red y guantes rotos,
aparecen tres esbeltas rubias. Empiezan a hechizar al público con danzas al son
de una melodía que mezcla sonido de tambores con música electrónica.
Esta son algunas de las actualizaciones que propone
el director, Javier Daulte. El vestuario se aleja del que pudiera imaginarse
para un clásico shakesperiano. Ropajes de cuero y jeans oscuros se mezclan con
trajes, corbatas y camisas. Se aparta de ese “verismo arqueológico” que Roland
Barthes caracteriza como una “enfermedad” de la indumentaria teatral. No
intenta imitar la ropa de la época, eso sería una mentira y no dejaría lugar a
la “imaginación creadora” del espectador.
El escenario está casi en su totalidad
cubierto por estructuras de hierro, que se acercan más a una fábrica que a un
castillo escocés. Ellas se van movilizando en las distintas escenas y están en
constante diálogo con la actuación. También lo están las luces, cuyos colores
van acompañando, sobre todo, los cambios producidos en el protagonista.
Para el director, es un misterio que esta
obra “se revisite una y otra vez”. La traducción de Daniel Zamorano trae a la
actualidad el texto dramático, que se desarrolla en un castellano rioplatense. Esta
puesta pone en manifiesto eso que dice Jan Kott cuando destaca que cada época
halla en el escritor del centro del canon literario (tal es Shakespeare para
Harold Bloom) “lo que busca o lo que quiere ver”.
El argumento es conocido: Macbeth (Alberto
Ajaka) y Banquo (Agustín Rittano) son bienvenidos como los héroes que han
salvado el reinado de Duncan (Alberto Suárez) de los rebeldes. En el momento de
su llegada, las Brujas (Letizia Mazur, Débora Zanolli y Margarita Molfino)
anuncian que Macbeth será nombrado Barón de Cawdor y luego rey pero que los
hijos del otro reinarán el territorio. Luego de contarle a Lady Macbeth (Mónica
Antonópulos) y de descubrir que los primeros designios se cumplen, comienza a
transitar el camino de la muerte, del que ya no podrá volver: “las malas
acciones se nutren de acciones peores”.
La ambición del protagonista es alimentada
por su esposa, quien lo guía hacia el homicidio. Sus manos y sus vestimentas se
ven manchadas de sangre. En un banquete de coronación que parece más un velorio
(por los ropajes negros de los asistentes) aparece ella con un vestido rojo y
su marido con un traje negro al cual le cruza una franja roja. Nuevamente, la
vestimenta está al servicio del espectador: funciona como argumento.
En relación con la actuación, se destaca la
de Ajaka quien expresa con claridad cada cambio de “el demonio de Escocia”.
Aquel que se ubique en las primeras filas podrá ver el enrojecimiento del
rostro y las lágrimas que lo recorren, posibilitados gracias a un notorio trabajo
de respiración. Otro destacado es Martín Pugliese en su rol de un gracioso
portero, único personaje que interactúa directamente con el público y que corta
la acción en un momento de suma tensión. Su monólogo es trasladado a nuestro
tiempo y modifica el texto dramático original. Guiños como “y encima quieren
que los llamen encargados” traen a nuestro aquí y ahora a este personaje y al
resto de la obra.
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