Que vergüenza. Realmente me da vergüenza que
se nos vaya el primer mes del año y yo no haya escrito nada en nuestro querido
blog. Es que tengo mucho y no tengo nada que contar. Esas cosas que pasan
cuando uno anda como loco y no para un ratito a pensar. Necesito vacaciones de
las vacaciones.
Desde que llegué todo viene movidito, para no
tener tiempo de decir “me aburro”. Las fiestas suelen ser para todos un momento
de locura más que de paz, a eso le sumemos padres divorciados (uno va y viene
como pelota de metegol), arreglos en la casa (los jardineros, obreros,
techistas y carpinteros dan más vueltas que un chongo), amigas que se van,
despedidas, reencuentros, y el total es un mes agitado y horas de sueño que
todavía no recupero. Además de eso, tomé bastante sol, varios helados, unas
cuantas cervezas y algunas decisiones. Aclaré algunas cosas, y me confundí en
demasiadas. Me encantó saber que hay temas que se cierran cómodamente, pero no
me gusta no poder determinar otros. Con mucho miedo abrí una ventana llena de
dudas. Tuve mi primer ataque de llanto de la nada, y también vi la sonrisa y
los cachetes de la primer beba del grupo. Es incontable ya la cantidad de
veces que he delirado en lo que va del
año y agradezco a Dios por haber iluminado al que inventó whatsapp por permitirme
tener a mis mejores amigos un poco más cerca. Tengo a mamá a unos metros, a
papá siempre que lo necesito, y a mi hermana durmiendo con sus primeras
resacas.
No sé, lo malo no me parece tan malo, y quiero
enfocarme en lo bueno, en todo lo que tengo que agradecer, quiero que las cosas
tristes (aunque están) no me determinen. Me parece una buena manera de encarar el
2013.
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